No es nada nuevo el afirmar que muchas de las profesiones que hoy en día conocemos están al borde del abismo, y muchos de los profesionales que las practican a punto de extinguirse.
Yo era de los que pensaba que los llamados trabajos manuales iban a sufrir, pero en poco tiempo la situación ha dado un vuelco. Actualmente considero que tiene mucho más recorrido un profesional de la construcción o de la electricidad que profesiones como la que yo desempeño. Y es que, en cierto modo hemos subestimado la increíble capacidad psicomotriz del ser humano hasta situarla por debajo de nuestra propia inteligencia. Sin darnos cuenta, o yo al menos no había hecho esa reflexión, que es mucho más sencillo sustituir a un humano inmóvil que a otro que realiza una actividad física. Y aunque todo se andará, es ahí donde las máquinas todavía no han sido capaces de aproximarse a la solvencia en movimientos y coordinación de un ser humano. Por así decirlo, estamos lejos de robots albañiles.
En cuanto a empleos como el mío, aunque suene desalentador la única esperanza que nos mantendrá activos es que un grupo amplio de personas se mantenga distante de las tecnologías y siga necesitando a intermediarios para poder realizar sus proyectos. Con todo y con eso, la brecha va a ser muy estrecha y la capacidad de producción de un solo individuo mucho mayor. Tanto que la oferta estará muy por encima de la demanda. No solo por la cantidad de profesionales que pudieran estar en activo hoy en día, sino por la cantidad de personas que sin tener conocimientos previos de herramientas clásicas de diseño o desarrollo web, podrán (y ya pueden) crear de manera funcional a golpe de texto.
Nos esperan años apasionantes en muchos aspectos. También inciertos en otros. Lo que está claro es que a algunas profesiones les quedan dos telediarios.
